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Como salvarte de la trampa que la universidad ha preparado para ti

¡Si eres un estudiante lee estas líneas con atención porque hoy hablo justo contigo!

Hace pocos días hablaba con un grupo de estudiantes universitarios y durante la conversación acabamos hablando de su futuro. Cada uno de ellos estudiaba carreras distintas pero tenían todos una pregunta en común, una pregunta que creo que también te has hecho tú…

“¿Y DESPUÉS?”

¿De que forma este camino me permitirá ganarme la vida de manera digna, y satisfacer un par de caprichos antes de que se me pase el arroz?

Desde su punto de vista era evidente que en el puzle faltaba una pieza. Una pieza fundamental.

Mientras hablábamos era cada vez más evidente, en ellos y en lo que contaban sobre el comportamiento de sus amigos, que los estudiantes tienen tendencia a coger uno de estos dos caminos:

1- Quien pierde tiempo como si la vida no fuera suya. O como si tuviese 7 a su disposición como los gatos. Desperdiciando esta, adelante con otra. Como si el tiempo de la manutención de sus padres no tuviera que acabar nunca.

2- Otros, en cambio, hincan codos en el estudio. Confían completamente en el sistema y en la universidad. Como quien se deja caer atrás, poniendo plena confianza en su amigo que tiene que acogerlo en sus brazos, impidiéndole caer.

Pero quien empieza a preguntarse más seriamente “¿y después?” llega a un punto en que no consigue verse en ninguno de los dos caminos. Ves enormes lagunas en las dos historias.

Hoy quiero estar focalizado en la situación de quien confía plenamente en el sistema y se esfuerza muchísimo para estudiar, aprobar los exámenes y completar el propio recorrido de estudios.

¿Cual es el error en todo esto?

En una sola palabra: LAS EXPECTATIVAS.

Las expectativas que una persona se crea durante un camino de este tipo son que con solo este papel luego irá bien. Que luego encontraremos un trabajo que nos gusta, que tenga que ver con lo que hemos estudiado y otras cosas.

Desafortunadamente un día la universidad acaba de verdad y nos encontramos que debemos buscar realmente este trabajo. Y en consecuencia la burbuja dentro de la cual nos hemos dejado encerrar explota de repente. Y nos encontramos en el mundo real. Un mundo duro y difícil – con reglas que no conocemos – con el cual no estamos acostumbrados a enfrentarnos.

Hay una frase que los chicos que se encuentran en esta situación repiten a menudo: “¡Pero no es justo!”

Y lo dicen con un estupor en los ojos que te provoca ternura. Es la ingenuidad de quien nunca ha salido realmente de casa y desde hoy hasta mañana se encuentra catapultado en una calle oscura y llena de personas peligrosas.

En particular hay un mecanismo típico del mundo real – y no de la universidad – que hace que se colapse el cerebro de estas personas.

En el mundo real el camino que te lleva a obtener un resultado no es nunca lineal.

Nunca.

No tengo ganas de publicar una de estas imágenes que describen de una manera muy eficaz el camino tortuoso que un emprendedor debe afrontar antes de llegar al éxito.

Fallo – error – pequeño resultado – caída – otro error – pequeña conquista – pasos atrás – frustración – lagrimas – sangre – victoria.

Una cosa de este tipo.

La universidad en cambio para cuanto pueda ser dura te da ilusiones que se pueda proceder de forma lineal, examen después de examen.

El esquema es más o menos: Obstáculo de superar (examen) – Acción que tienes que cumplir – Resultado (fracaso o aprobación del examen).

Y así hasta el final.

Este esquema te impide desarrollar una capacidad de evaluación total de la situación. Eres como un caballo de carrera con viseras concentrado solo en correr lo más rápido posible dentro el trazado en el cual te han colocado.

En cuanto te liberan del recinto y te encuentras en una pradera al aire libre te sientes desorientado. No sabes para donde ir. Y esto te inunda de desesperación profunda.

En un instante, te das cuenta de no haber realmente desarrollado competencias de valor en el mundo del trabajo.

Te sientes perdido, frustrado, como si hubieses tirado todo tu tiempo hasta el día de hoy.

Aunque realmente no es así. Se trata solo de una ilusión. No lo has desperdiciado. Es simplemente que te falta una pieza.

Una pieza muy importante.

La única pieza que te permitirá valorar el periodo de estudio que habrás acabado.

¿De que se trata?

De la capacidad de venderte a ti mismo y tu trabajo. De valorar tus competencias. De demostrar a las personas que te necesitan.

En fin, de diferenciarte de todos los otros.

Un día quizás tendrás una entrevista de trabajo junto con otras 50 personas y para el entrevistador seréis todos iguales. Todos jóvenes, todos graduados, bien o mal todos con las mismas capacidades. ¡Y ahí es donde está tu llave! Distinguirte. Actuar de manera que el entrevistador vuelva a casa aquella noche y cuando su mujer le pregunte como ha ido el día, él hable de ti.

¿Imposible dices?

¡No lo creo!

Te cuento un par de anécdotas.

Hace unos años Lucrezia, una chica que después del curso estaba buscando trabajo, fue a una entrevista para acceder al puesto de recepcionista en un hotel.

El mismo día el responsable ya había entrevistado a bastantes candidatos antes que ella.

Cuando llegó su turno, la primera pregunta que le formuló fue si hablaba inglés. Ella respondió que no y él la miró haciéndole notar que no cumplía con los requisitos porque en una ciudad turística necesitaba defenderse con los idiomas.

La verdad es que tenía razón.

Pero ella tenía un as bajo la manga, le pidió una hoja y un boli y le demostró su capacidad de aprendizaje memorizando un numero de 20 cifras al momento de escribirlo.

Después de esta demostración, le dijo: “Es verdad que no hablo inglés, pero esta es la velocidad con la cual memorizo. Dime que tengo que saber para hacer este trabajo y con esta rapidez lo aprenderé”.

Lucrezia consiguió este trabajo.

La posibilidad que ella tenía de enseñar algo distinto respecto a todos los demás le permitió conseguir el trabajo aunque aún no tuviese el mismo conocimiento que los otros.

Alberto, un ingeniero especializado en barcos, quería hacer una expedición de seis meses con una compañía de barcos de vela.

Fue el primero en hacer la entrevista, y aún teniendo un currículum impecable los problemas que le pusieron fueron su edad y su falta de experiencia en esta tipología de barcos.

Alberto, al ver lo que le exigían, le pidió el manual del barco y preguntó hasta que hora iban a realizar las entrevistas. Ellos contestaron a las seis.

Se puso en la sala de espera a estudiar el manual. A las seis menos cinco se presentó nuevamente en el despacho, devolvió el manual y le pidió a la persona que le  entrevistaba que le preguntara un número de página. “46” dijo él. Alberto le contestó describiendo cada detalle de la página, demostrando haber aprendido todo el manual en menos de un día y estando totalmente capacitado a pesar de su edad y su experiencia para realizar este trabajo.

Gracias a lo que le hizo ver, no solo consiguió un puesto en la empresa, sino que le ofrecieron uno de mayor categoría, ser gerente de la expedición.

Al igual que estas personas, si realmente quieres dejar de preguntarte “¿y después?” y conseguir orientarte y distinguirte del resto del mundo es hora de aprender algo que pueda darte resultados extraordinarios, entendido como fuera de lo ordinario.

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